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#3. LOS ÁNGELES

Hay días en los que me despierto y todavía puedo oler ese mundo blandito y brillante del que vengo, como hecho de algodón y cristal: cómodo a primera vista, bonito por fuera, pero frágil, resbaladizo… y, sobre todo, ajeno. Era un sitio donde todo estaba “bien”, demasiado bien.

Pero un día me dio por abrir una ventana. Ahí fue cuando entendí que lo que yo había llamado seguridad era más bien un escaparate: muchos ojos encima, muchas sonrisas, mucha atención… pero de esa que pesa.

Salir de ahí ha sido como quitarme un abrigo caro pero que nunca fue de mi talla. Ahora camino ligero, sin ese ruido de fondo que siempre me hacía dudar de si realmente importaba o si simplemente formaba parte del decorado.

¡Qué libertad descubrir que el mundo real! Con sus tropiezos y sus improvisaciones, es mucho más mío que aquel paraíso acolchado que nunca terminé de sentir propio.

He dejado de sonreír cuando no me apetecía
Me he alejado de aquellas personas que me prometían
Estar aunque realmente no querían
Me he alejado de todas aquellas malas compañías