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Me puse nostálgico.

Mientras Olivia corría con la boya a rastras a rescatar a Aly por cuarta vez, recordé que fue justo en esta playa donde casi se me ahoga mi puntito rojo por primera vez. Cuando nos conocimos no sabía nadar y yo, en un intento por impresionarla, me ofrecí como su maestro cuando tenía apenas como 14 o 15 años. Le presenté a mi madre y a mi tío, tuve que decir que era una amiga aunque para ese momento, ya era la dueña definitiva de mi corazón. Aún recuerdo el regaño de mi mamá cuando esa ola dejó sin aliento a mi niña, aunque no fue nada comparado con la preocupación y la culpa que yo mismo sentía por haberla expuesto y no haberla cuidado lo suficiente.

Esa fue la primera vez que hicimos juntos esta pequeña gira de surf, aunque en ese entonces ella solo me acompañaba y me miraba desde la orilla, así como hacen nuestros dos hijos ahora con nosotros.

Vaya si ha pasado mucho desde entonces... Aly aprendió a surfear, nos separamos por una temporada y justo nos volvimos a reunir para una competencia de surf en Buenos Aires. Desde entonces no hubo poder humano que nos separara (y ni lo habrá).

Tenemos muchos recuerdos asociados al surf. Ella se convirtió en mi amuleto de buena suerte y como cereza del pastel, juntos conseguimos el oro del mundial de surf de este año.

Casi 10 años han pasado desde esa vez que te saqué de Londres y te hice viajar, recorriendo playas que no conocías e inevitablemente enamorándome de ti como un completo idiota. ¿Me imaginé que después de todo estaríamos aquí de nuevo pero con nuestros hijos? Aunque lo vi muy difícil, siempre quise creer que sí... Ahora los miro jugando con la arena, te miro a ti disfrutando del mar conmigo y sé que todo, absolutamente todo, ha valido la pena.

PD: Sí hay premio para el más ahogado, amor jaja